Estábamos al sur del rio Mendoza, en Perdriel. Íbamos
llegando a la finca El Mirlo hace ya unos años. Una vieja bodega donde solo los
cilindros de material quedaban y 6 hectáreas que en algún tiempo tuvieron viñas.
Viñas que trabajaba la familia Monneret. Cuyos descendientes solo queda
Graciana y Eloísa. Graciana casada con Ricardo Garcia ingeniero agrónomo
alias “Charly”.
Allí, se respiraba cierto aire vitícola un poco carcomido
por el paso del tiempo y las crisis argentinas.
Encontramos un grupo de plantas que para sorpresa mía no había
sido trabajad desde años. Libradas a su pasar (o pesar) y quizás algunos
litros de agua que se le escapaban al regador de la finca vecina. Rápidamente,
con Charly nos miramos y dijimos: ¿¿y esto como ha sobrevivido??
Llegada la primavera, las plantas brotaron. Luego sus
brotes crecieron y se fueron amarrando en un alambrado y en algunos árboles. Finalmente, para sorpresa nuestra: unas inflorescencias se abrieron y se
transformaron luego en pequeños racimos. Algunos apretados, otros más sueltos.
Y en el mes de marzo probamos esas uvas. Esa iba a ser la mayor sorpresa.
Sabores nunca percibidos. Acido y dulce, frutal y verde al mismo tiempo. Notas
muy interesantes y un extraño equilibrio y cierta vibración en esos gustos que
nos hacían imaginar ya un vino distinto.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgftKyNk7QMSY7fNjtfubPfoxxNmKHTnVqVuzqwEvXF27KqvgsU6TPD_qVfqCz1w2lQwGlYWDw8MGNv1tv0HxAR7lvMuyfMF_2TjNMNX3qZt42zGHDKx4xZDt4efDfIHsa6UArH/s640/Spontan%25C3%25A9-Tierra2.jpg)
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjEvqFD70I0BB8rWSaRY7CLKKcVI7s1DMmbQRXpB2XO8BQfA6M1jhDF8HDzNFDniov2mBuSiUK2DBtYVJ0my5x44D1laUDges4d0cnAMOw0X4EhOJTtdSUm8YnK3fIu6KteG6gY/s640/IMG-20190326-WA0006.jpg)
Pasados 3 meses en barrica el vino revelo su verdadera
personalidad. La fruta se afirmó y la estructura tánica se redondeó detrás de
ese perfil fresco y casi rectilíneo. Estábamos
en presencia del primer vino obtenido de viñas que algún día habían sido
domesticadas, pero que, con el tiempo y la soledad, habían vuelto a su estado salvaje
convirtiéndose en una lambrusca post cultural muy cercana a una lambrusca sub espontanea
o espontanea. Tal como lo supone Levadoux en su aclaración sobre Vitis vinífera
L y Vitis Sylvestris G.
Está claro que esto abre una nueva reflexión
en nuestro trabajo de comprensión de los lugares y en los mecanismos de adaptación
de la viña.
Pero además sobre cuál es el verdadero
lugar del “manejo humano” en la conducción de los viñedos. No estaríamos creyendo
“manejar” una planta con prácticas agrícolas que se piensan evolucionadas o
tecnificadas y por ende catalogamos de “salvaje” al estado de un individuo que
no responde a nuestro patrón. ¿No estamos asistiendo a viñas que han logrado
naturalmente (o en todo caso sin intervención humana) un equilibrio que no
conocemos y que por ignorancia no aceptamos?
En fin, los resultados están aquí. Un vino franco,
frutal y fresco. Con aromas de fruta roja, ciertas notas de cerezas. De una sensación
táctil poco vista. De un “grip” y un volumen que hacen disfrutar de esta noble
bebida y que hacen que cumpla su principal objetivo. El de beber y ser
compartida.